VALE TODO EN EL ARTE URBANO

13.10.2022 / Por @artconervalencia y @jumping_monuments.
Fotografías propias y de externos.

Desde la antigüedad, el concepto de arte ha cambiado en múltiples aspectos. Quizás, el que más llama la atención actualmente, es que el arte urbano supone toda una revolución porque al estar en las calles es accesible a cualquier espectador, rompiendo con el concepto de que el arte sólo se podía encontrar en los museos.

Al mismo tiempo, si el arte se hace más accesible, está más sujeto a críticas, opiniones y copias, haciendo que haya más personas que se consideren artistas; y si cualquiera puede realizar una intervención artística en la vía pública, ¿hemos roto con el concepto arrastrado durante siglos de que solo unos pocos podían considerarse artistas?.

¿Qué se considera arte?
En el arte, ¿tanto en las galerías y museos como
en las calles, todo vale?

No obstante, muchas veces olvidamos la diferencia más significativa: la libertad.

Desde la época greco-romana, el arte ha estado al servicio de un propósito: la exaltación del poder, bien por parte de la monarquía como de la nobleza y, a partir de la época medieval, de la iglesia; generando un arte comisionado siempre dependiente de estas clases sociales que impedían que el artista tuviera libertad creativa.

El canon de belleza en la época clásica, que tomaba el hombre como modelo de masculinidad, marcó todas las representaciones artísticas de aquel momento, situación que cambió con la llegada del Cristianismo, donde la figura de Jesucristo y de la Virgen tomaron el relevo de prácticamente todas las representaciones artísticas. Por tanto es lógico imaginar la voluntad de los artistas por poder expresarse con total libertad, donde sus ideas, emociones y gustos fueran más importantes que el mensaje de exaltación de las clases dirigentes.

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Con la llegada del siglo XIX y la revolución industrial, el mundo artístico dio un giro cualitativo.
La fotografía fue crucial en este proceso. Teniendo una máquina que podía plasmar la realidad con total precisión, la pintura, entendida hasta ese momento como mímesis, perdía todo su significado. Las aclamadas Academias empezaban a encontrar detractores que buscaban una libertad que sus encorsetadas normas no permitían.

Artistas como Monet comenzaron a alejarse del canon hasta ese momento establecido buscando el movimiento, la luz, el color, experimentar con nuevos materiales y texturas y todo este proceso de ruptura abrió la puerta a las Vanguardias.

Ya no se trata de mostrar con la pintura lo que se ve, sino lo que se siente. En esta línea de pensamiento, artistas como Picasso, mejor exponente del movimiento cubista, estudiarán a través de sus obras las posibilidades que los planos ofrecen, pudiendo plasmar, de una sola vez, las diversas caras de una misma realidad. Sus figuras se deconstruyen para ofrecer al espectador un amplio abanico de posibilidades.

Probablemente, el mejor ejemplo para explicar todo el proceso de cambio sea el Dadaismo.

Surgido como reacción tras las I Guerra Mundial y con Marcel Duchamp como uno de sus máximos exponentes, el movimiento Dada se cuestionaba la noción misma del arte, teniendo como uno de sus principales propósitos romper con los esquemas tradicionales para enfrentarse a las obras sin prejuicios ni formas artísticas preconcebidas. Una de sus manifestaciones fueron los ready made, donde Duchamp creaba obras antiartísticas en las que, los objetos cotidianos que las componían, se alejaban de la idea del objeto de arte como pieza museable y sacralizada. Los objetos más dispares podían ser pensados como obras de arte.

Tras toda esta experimentación, la II Guerra Mundial cambiará el panorama, no solo histórico y cultural, sino también pictórico. La población estaba deseosa de olvidar el horror de las dos grandes guerras por lo que el artista comenzará a buscar cada vez más una mayor libertad individual, donde el arte empezará a separarse de las figuras reconocibles para ser más indefinido y tender hacia lo caótico. Por primera vez en toda su historia, Belleza y Arte dejarán de ser sinónimos rompiendo definitivamente con el canon clásico.

Todas estas intervenciones y movimientos conllevarán a la llamada banalización del arte, el arte por el arte.

El concepto aparece por vez primera de la mano de Gaultier quien afirmó que el arte es libre y por tanto cualquier expresión puede adquirir la categoría de artística.

Desde esta nueva perspectiva, los años 60 marcaron un gran cambio en el que Estados Unidos será el gran protagonista en el mundo de las artes contemporáneas. Norteamérica se encontraba en un momento en el que se había alcanzado la desinhibición en el mundo artístico, debido principalmente a la falta de las tradiciones artísticas propias del viejo continente. Esto llevó a los artistas americanos a experimentar generando una producción “colosal” de cualquier tipo de producto, incluyendo las obras de arte: el arte se crea, se produce y se consume de forma frenética y a veces indiferente. 
Con esta premisa, artistas como Andy Warhol, elevarán los botes de sopa Campbell a la máxima consideración, entrando en juego la producción seriada y con ella nuevas obras artísticas que, no solo abrían una brecha entre las tradiciones ya superadas de la era antigua y medieval, sino también se volvían accesibles para toda la población, marcando una diferencia fundamental entre el arte de la Antigüedad y el pleno siglo XX.

La llegada del pop-art marcará el momento justo en el que el arte fue, no solo de fácil acceso sino también de fácil lectura, involucrando a una multitud de personas. Lo mismo hizo el graffiti, que empezó a desarrollarse en Philadelphia como movimiento social en la misma década de los años sesenta y que, con el pasar de los años, empezó a ser cada vez más viral hasta llegar al “Viejo Continente” arrastrando también a Europa y sus artistas.

Los años 80 fueron la década donde el graffiti alcanzó su máxima popularidad y auge, pero otro tipo de arte empezó a desarrollarse en las calles de forma paralela denominado rápidamente street art porque, en vez de utilizar un lenguaje verbal, las imágenes se convertían en el foco de atención. Su principal representante fue Keith Haring, que entre 1980 y 1985, empezó a realizar obras artísticas públicas en el Metropolitano de Philadelphia. Inspirado por los graffiti que cubrían las paredes y los coches del metro, Haring, creó más de 5000 piezas y, aunque nunca fue un artista de graffiti, seguramente su arte se vio influenciada por este estilo que él utilizó de forma más figurativa para crear arte en la vía pública.

Surgió así un nuevo contexto donde diferentes artistas coexistían en la urbe, utilizando una multitud de técnicas diferentes y diferenciándose por la finalidad y los objetivos de sus obras.

El incremento de la popularidad del arte urbano con la llegada del nuevo milenio, ha llevado al desarrollo de un nuevo debate sobre la utilización del espacio público: con el street art, aparece una nueva herramienta de denuncia ciudadana, los artistas utilizan las paredes para realizar obras protesta y para concienciar a la sociedad sobre temáticas actuales, creando mensajes provocativos y subversivos. De hecho, el mayor exponente de este tipo de arte urbano es Banksy, que aparece en las calles de Reino Unido en el año 2000.

No obstante el carácter ilegal de estos tipos de intervenciones, las obras más figurativas han encontrado una aceptación mayor por parte del público general de las ciudades, consiguiendo que el arte urbano pueda considerarse un arte y no un acto vandálico, adjetivo que se suele usar para los graffitis, desde los más básicos y monocolores como el tag hasta los masterpieces más elaborados.

En los últimos diez años la situación ha evolucionado hasta tal punto que también los poderes político han empezado a invertir sus recursos, utilizando el arte urbano como medio de comunicación accesible a cualquier tipo de público, como decoración y revalorización de lugares degradados de la ciudad y como forma de recalificación de estos espacios. Si además añadimos que el street art se ha convertido en un reclamo turístico de gran interés, entonces cada día hay más artistas que deciden utilizar las paredes de las calles para expresarse y obtener visibilidad.

Aquí es donde hay que pararse y reflexionar sobre la dirección que está tomando el arte urbano:

¿Se ha convertido este tipo de arte en una simple moda donde cualquier tipo
de intervención vale para ser considerada una obra artística?

Al comienzo del movimiento street art, los artistas tenían un código donde, para poder cubrir otra pieza, tenían que realizar algo mejor, más grande, más impactante; en general, se creaban obras por diversión entre amigos y también para obtener un respeto en la comunidad de artistas.
Hoy en día parece que el mundo del arte urbano está sufriendo una banalización igual a la que pasó hace unas décadas, justo después de la Segunda Guerra Mundial.

Cualquier tipo de intervención pública es considerada arte sin que los artistas tengan la formación artística adecuada o conocimiento de lo que ha conllevado el auge de este tipo de arte callejero y, muchas de estas intervenciones, se han transformado en un juego.
En el caso del graffiti, los actos vandálicos hacen que cualquier intervención se considere vandalismo, sin diferenciar si la obra es street art, masterpiece o muralismo y, siendo esto actos que los artistas urbanos no defienden y que perjudican su trabajo en las calles, hacen que los nuevos promotores de arte callejero se alejen de él.

 

El auge de las redes sociales ha promovido que se utilice cualquier tipo de intervención pública para conseguir más likes y seguidores, pero perdiendo en parte la esencia más pura del arte callejero: transmitir un mensaje capaz de remover conciencias, criticar situaciones públicas y que tenga una condición transgresora y combativa. No obstante, la ilegalidad ya no es una norma exclusiva del mundo del arte urbano. El mensaje sigue siendo el protagonista de su esencia así como la elaboración de la intervención, es decir que el artista para ser considerado como tal, tiene que ponerle voluntad y esfuerzo para realizar su obra y para que pueda transformarse en algo artístico y no solo en algo banal.

Sin embargo, como ocurrió en los años sesenta, quien transforma el artista en “artista” es su público y, si ahora, el público general acepta que el arte urbano se vuelva más simple, menos transgresivo, más accesible y más divertido para que todos puedan interactuar con él y vivirlo a fondo;

¿quien tiene el poder de juzgar lo que es arte y lo que no lo es? ¿Si se reintrodujeran los cánones clásicos, se perdería así la libertad de expresión del artista?

Vosotros, queridos lectores, tenéis la última palabra!